Las ideas dominantes en una sociedad no surgen por generación espontánea. Son el resultado de procesos de difusión de ideologías y moldeamiento de opiniones a gran escala. Hay varias técnicas de persuasión psicológica que se pueden utilizar para introducir nuevas ideas en una población e influir en la forma de pensar de una sociedad.
Una de las más efectivas es la repetición constante de un mensaje. Cuando una idea se repite lo suficiente, especialmente si proviene de diferentes fuentes, las personas terminan aceptándola como verdadera. Los políticos y los publicistas lo saben bien.
Otra poderosa táctica es apelar a las emociones, no a la razón. Las ideas que despiertan emociones fuertes como el miedo, la indignación o la esperanza tienen más posibilidades de extenderse. Luego esas emociones se transfieren a la idea misma, haciéndola atractiva.
También es útil simplificar al máximo la idea y presentarla como una obviedad, algo que “todo el mundo sabe”. De este modo se evita que las personas razonen de forma crítica al respecto. La repetición de slogans simples ayuda a este proceso.
Infiltrar la idea en la educación y la cultura también resulta muy efectivo. Cuando una idea se presenta desde la infancia como algo dado, se vuelve parte del sentido común. Este proceso cultural toma décadas pero transforma sociedades enteras.
Finalmente, es importante generar presión social para que la gente se alinee con la nueva idea. Las personas suelen adaptar sus opiniones a lo que perciben como mayoritario para ser aceptadas en su grupo. Con un bombardeo coordinado de todos estos elementos, se puede modificar el pensamiento de grandes grupos humanos y transformar las creencias dominantes en una sociedad. No siempre es fácil, pero ciertamente es posible.
